sábado, 9 de abril de 2011

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¿Por qué te fuiste?¿Por qué entonces si?¿Qué sentiste?¿En qué lugar las caricias y las palabras perdieron su significado?

Se me amontonan las preguntas y ahora que el alcohol me embriaga me aprietan cada vez más fuerte hasta casi cortar mi respiración. Se que debo mirar adelante y, pongo por testigo a mi memoria, que lo intento a cada minuto, a cada segundo y a cada instante. Pero no puedo evitarlo, mi cama está llena del olor de la derrota, de las inquilinas que dejaron como finiquito sus últimas caricias y algunas briznas de su olor. Hace tiempo asumí que la mitad de las caricias eran las mismas qué le dedicas a un gato o un perro, del restante, buena parte obedecían a la condescendencia y otra buena parte al egoismo que esperaba las mismas caricias. Se que los labios que hoy me bendicen con su opinión y sus actos mañana serán mis verdugos pero he nacido para amar. Creo en el amor como la mayor de las fuerzas, como la mayor de las mentiras, como el Dios más palpable y tangible. Creo en el amor por encima de todas las cosas, de fraudes y reproches, de canciones y poesías, de caricias y fantasías. Creo en el amor porque lo he experimentado y lo experimento en cada uno de mis putos suspiros que se me escapan(cada vez menos) sin proponermelo.

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